Para repensar el oficio docente resulta necesario habilitar reflexiones acerca de las formas mediante las que pensamos y definimos el mundo que habitamos. ¿Desde qué lecturas podría replantearse la pregunta por los desafíos y problemas de nuestra época y las encrucijadas en las que nos encontramos?

Reflexionar sobre la época en la que vivimos invita a pensar el tiempo contemporáneo como un tiempo atravesado por diversos conflictos que ponen en tensión la idea misma de mundo, de su conservación y del lugar de la escuela, en tanto transmisora de bienes culturales entre generaciones interpeladas por estas urgencias. En esta clave, ¿cómo situar nuestra formación continua y nuestra tarea diaria sin reparar en algunos aportes conceptuales que pueden resignificar nuestras prácticas y las de nuestros estudiantes? Ante un contexto en el que se reformula la relación entre nosotros y el mundo, resulta oportuno emprender los análisis y las relecturas de un abanico de autores y de conceptualizaciones. Ahora bien, ¿cómo no perdernos en el camino?, ¿por dónde empezar este recorrido acerca de las ideas de mundo en tensión?, ¿desde qué marco teórico contemplar las respectivas implicancias? Un referente académico como Emmanuel Biset -doctor en Filosofía, docente e investigador del CONICET- nos aporta claves de acceso valiosas a lecturas y reflexiones acerca de la idea de mundo y sus posibles derivaciones.
¿Cómo estar políticamente en el mundo?
¿Qué consecuencias tiene la pérdida de ese mundo común? Biset alude al célebre texto de Hannah Arendt La crisis en la educación (1961) como una referencia clave a partir de la cual emprender reflexiones acerca de cómo proteger a los nuevos para que el mundo no proyecte sobre ellos daño y destrucción; pero, a la vez, cómo proteger al mundo para que los nuevos no lo destruyan con su voluntad de modificarlo todo. En este postulado, se justifica la potencia de una relectura de Arendt para pensar cada época y, a partir de esta dialéctica, revisar la noción de “casa común” o la idea de “planeta vivo”, propuesta por Isabelle Stengers, filósofa e historiadora de la ciencia belga.

Ante las severas advertencias por la mutación actual del mundo y por el cambio climático, Biset recupera propuestas acerca de la necesidad de pensar nuevas formas de vida y de cuidado de lo común; en este punto, retoma las reflexiones de Arendt, que inscriben esta dialéctica de la “protección mutua” en la relación de los nuevos con el mundo para pensar, a través de ella, la educación, la escuela y la cultura.
En torno de estas indagaciones, conceptos y posibilidades, el docente comparte lecturas y reflexiones sobre la idea de mundo en Arendt y sobre sus posibles derivaciones, al tiempo que aporta otras formas de entender los modos de presentarles el mundo “a los nuevos” a partir de la “intrusión de gaia” y de la noción de antropoceno.
Tal como pudimos notar, se propone retomar La crisis de la educación a partir del dilema que supone la dialéctica entre cuidado y destrucción: cómo cuidar el mundo para los que vienen (las nuevas generaciones) y -al mismo tiempo- cómo combinar eso con la destrucción que toda nueva generación trae consigo. A su vez, reconoce, en esta encrucijada, dos cuestiones centrales para pensar el mundo actual: el cuidado y el tiempo. Respecto a la palabra cuidado, se refiere a su complejidad y al modo en que esta se retoma críticamente como manera de pensar formas del vínculo entre los seres humanos y en relación con el mundo. En el texto de Arendt ya mencionado, reconoce un abordaje atractivo en torno del concepto de cuidado y sugiere la posibilidad de pensarlo en tres dimensiones:
- El cuidado en relación con uno mismo: qué técnicas, qué terapéuticas, qué prácticas pueden administrarse en el cuidado de sí.
- El cuidado de los otros: un modo de cuidar la relación, de construir el vínculo con los otros.
- El cuidado del mundo: un modo de relacionarnos con él.

El ámbito educativo se concibe como un campo propicio para favorecer el pensamiento crítico, para reflexionar acerca del mundo presente, de las prácticas y de las palabras que nombran lo que estamos viviendo; también para cuestionar algunos supuestos que, por arraigados, no dejan de ser constructos para revisar. Por ejemplo, Biset se pregunta sobre si la división tajante entre naturaleza y cultura, entre humano y no humano, no está en la base de buena parte de los problemas que padecemos a nivel global. Destaca: “Las decisiones humanas son las que establecen una política ambiental. (…) Es decir que siempre somos nosotros los agentes excepcionales; el sujeto humano, como el ser especial, y todas las otras especies -o los otros existentes- dependen de nuestras decisiones, de una relación instrumental, en última instancia, para estar en el mundo”. Ante esto, plantea: “¿Qué pasa si rompemos con la idea de que los únicos que actuamos, los únicos que tenemos libertad, somos los seres humanos? Está lleno de existentes, de seres que no son ni puramente naturales ni puramente culturales; de hecho, el mismo ser humano es naturaleza, biología, cultura. Es decir, estamos llenos de existentes híbridos, mezcla. Pero hay una pulsión muy fuerte que nos lleva a estar todo el tiempo tratando de dividir, estamos muy atravesados por la concepción de que la naturaleza es lo que usamos para nosotros, de que son recursos naturales que sirven para el desarrollo”.
En este punto, y como toda reflexión es un diálogo con otras voces en ausencia (pero bien presentes), Biset incorpora un interrogante postulado por Bruno Latour e Isabelle Stengers que invita a detenernos en las formas posibles de pensar aquello que llamamos naturaleza: aquí presenta el concepto de gaia, ese conjunto de procesos que es un existente, un ser que está ahí; pero que ante todo nos sugiere pensar en las agencias políticas de la naturaleza, en su forma de hacer cosmopolítica.

Al momento de indagar en los modos de asumir este desafío desde el oficio docente, Biset advierte: “Si no somos capaces de pensar en objetos artificiales, en lo que está produciendo la tecnología; si no somos capaces de pensar las piedras, los animales, los vegetales; si no somos capaces de integrar un montón de otros existentes que creemos que están ‘ahí afuera’, que ‘son otra cosa que nosotros’, posiblemente, no podamos dar cuenta del mundo en el que estamos viviendo”.
Las lecturas sugeridas y la modulación de los problemas que piensan nos alientan a reparar en el entorno, en sus urgencias y en las conceptualizaciones que ayudan a repensarlo. El desafío que surge, tras aproximarnos a estas fuentes que el video comparte, implica reflexionar acerca de nuestras propuestas educativas, de sus limitaciones y de los desafíos renovados que conlleva favorecer el estímulo del pensamiento crítico en tiempos que, de otra manera, podrían anunciarse distópicos.
Sobre Emmanuel Biset
Doctor en Filosofía, investigador del CONICET y docente en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Fue invitado a participar de un video para el seminario “Las palabras del mundo”, perteneciente al Ciclo de seminarios “Preguntas y signos sobre la época”, desarrollado por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos (ISEP).
Cómo citar este artículo