En esta entrevista a la novelista cordobesa, reflexionamos sobre los procesos de su escritura, la temática de sus obras y sus referentes, como también sobre las circunstancias que la inspiran a relacionarse, de manera constante, con la narración.

Para María Teresa Andruetto, la lectura es un viaje de iniciación hacia un infinito de posibilidades. Es un trabajo minucioso que nos lleva a indagar sobre la palabra escrita. En esta conversación, la escritora cordobesa nos convoca a pensar en el vínculo entre narración y enseñanza, entre los relatos y la construcción de comunidad. Y, además, nos brinda pistas acerca de la importancia del diálogo intergeneracional para la transmisión de cultura e historias.
En su libro Extraño oficio (2021), la cordobesa nos invita a pensar en qué se parece el oficio de narrar al oficio de enseñar. Indaga en los recovecos del escribir y rescata relatos breves en los que siempre hay bibliotecas y librerías, talleres y ferias.
Para la escritora, enseñar sería también un modo de narrar. “Claro que, quizás, enseñar tiene una complejidad mayor porque está el relato y está la reflexión sobre el relato. Me parece que intervienen muchas cosas y que el relato en sí solo es como algo del pasado que llega a nosotros y que nos dispara hacia el futuro, como una herencia que se recibe de otros, como que el oído recibiera la herencia de unas bocas y, a su vez, las lanzara a otros oídos”, explica.
Historias en las que la vida se mira como en un espejo
Los relatos suponen una forma de construir comunidad, de establecer un destino y un origen común con otros. Dice la autora: “Nada de lo que un escritor crea puede escapar de lo que es. ¿De dónde sacaríamos los escritores las historias sino de la vida misma?”.
Y agrega: “La narración supone un modo de construir comunidad. Uno puede pensar en el relato como los relatos que nos llegan de manera escrita: un libro, un cuento, una novela u otros modos, como pueden ser el cine, el teatro, el videoclip. Pero también estamos habitados por una cantidad de relatos orales, que no son relatos con una composición tradicional de iniciación, desarrollo y desenlace. Relatos fragmentarios que nos llegan, que construyen nuestra identidad”.

Andruetto explica que todo eso constituye lo que uno es y la suma de relatos conforma el gran relato de una sociedad. “Veo inserta la literatura en todas las formas artísticas del relato: la novela, el cuento, las películas. Los veo insertos dentro de ese gran tejido de relatos como una manta en la que intervienen distintos hilos”, agrega.
Transformar el tiempo en relatos extraordinarios
La escritura de María Teresa transmite un amor por los relatos que son parte de su vida. Sostiene que escribe para comprender o, tal vez, para ser comprendida, fruto del tiempo y de la sociedad, sin olvidar que, en el lenguaje de todo escritor, se reflejan sus convicciones, su conocimiento y hasta su confusión.
Para la escritora, en un niño el relato puede ser de la vecina, del padre, de la mujer que lo cuida, de la guardería, de la maestra, del profesor: “Todo eso va entrelazándose y ese conjunto de relatos sería el modo -los múltiples modos- en que una sociedad se mira a sí misma o se cuenta a sí misma quién es, porque, en realidad, nos estamos contando a nosotros quiénes somos en modo individual”.
En su narrativa, “La Tere” escribe y nos muestra que todo su hacer deviene de lo que ella es. Le interesa, en cada uno de sus relatos, comprender, mirar detalladamente. Su escritura hace pie en el centro de lo que la incomoda, de lo que quiere y debe poner en cuestión, nada es casual ni aleatorio:
lo que quiere y debe poner en cuestión, nada es casual ni aleatorio: “El ponerles palabras a lo que sucede, a lo que tememos, a lo que imaginamos, a lo que se permite soportar, incluso lo insoportable, posibilita, en el trabajo de las formas, hacer que podamos transitar por ese dolor, por esa experiencia y, también, que logremos conservar las experiencias dichosas. Estamos habitados de relatos todo el tiempo, de relatos de otros, de los medios de comunicación, de la literatura, del cine, de las series, de la televisión, de lo que nos cuentan nuestros familiares, nuestras madres o padres, o abuelos o vecinos, o lo que fuere; y entonces, en ese entretejido, también es muy importante que un estudiante pueda construir su relato y ponerlo en ese tejido. Que el estudiante no sea solo un receptor de relatos, sino también un productor de ellos. No necesariamente tienen que entrar a un escenario, como el libro, el teatro o la pantalla; podemos crear relatos y compartirlos en nuestro pequeño entorno”.

Sin embargo, Andruetto apunta a que no seamos solamente consumidores de relatos creados por otros, sino que nosotros también podamos producir nuestra palabra. En ese sentido, la escritora se pregunta en qué pueden ayudarnos la literatura y la ficción: “La ficción viene de fictio, que es mentir, es decir, que es una mentira, pero de una forma artística; no es una mentira para engañar al otro y hacerle daño, sino una fabulación, una mentira que nos permite imaginar otros posibles. Esconde una verdad más verdadera que la verdad. Es una verdad simbólica”.
El narrador, el gran personaje
En El narrador (1936), Walter Benjamin escribió que todo aquel que escucha una historia está en compañía del narrador; incluso, el que lee participa de esa compañía. Andruetto sostiene que esa es la manera más hermosa de ver al narrador: “De todos los procesos de escritura, eso es lo que más me interesa y es lo que está primero. Si no sé quién va a contar, no empiezo a escribir, si no aparece una frase dicha por una voz narrativa donde yo encuentro una verdad del contar, no empiezo a contar, y el narrador es aquel a quien le doy mi palabra, es decir, yo le entrego la posibilidad de decir a un narrador. Entonces, en un texto, no soy yo la que cuenta. Cuando escribo me vacío de mí para mirar desde otro ángulo, desde el ángulo de un narrador posible”.

La autora apunta a lectores despiertos e insaciables. Nos demuestra que escribir es un trabajo de orfebre tan cuidadoso como imponente. Y nos explica: “El narrador es aquel a quien una le ofrece la posibilidad de tomar una voz, para lo cual una tiene que deshabilitarse de sí para poder habitar ese lugar del que cuenta o de esa estrategia que cuenta, que no siempre es un narrador personaje, puede ser otro tipo de narrador, que va en busca de una escucha, pero, según quién sea, busca cosas diferentes. Porque ese narrador puede ser violento, amoroso, melancólico, incisivo, burlón; puede estar enojado, puede estar olvidadizo, puede contar algo que sucedió hace mucho, puede estar contando lo que acaba de suceder, puede estar mintiéndole al que escucha. Eso es lo más interesante: que la historia que se cuenta no es la historia que se cuenta, sino esa historia velada a través de la conciencia de un narrador”.
Literatura para todos
La literatura es una de las formas privilegiadas de memoria que la sociedad tiene, pero ¿cómo se hace presente este sentido de la literatura en relación con la escuela?
Andruetto esboza una respuesta: “La literatura es memoria, no solo la memoria histórica en relación con la dictadura. Nuestra sociedad ha contado y se ha contado a sí misma a través de películas, novelas, cuentos, de mil maneras y en distintas etapas, se ha contado el horror y se lo seguirá contando de distintas maneras. Mientras más contamos, más nos sanamos.
La literatura es memoria de la casa, de las mujeres, de la escuela. Es muy importante también que la escuela recoja los relatos sobre sí, los relatos que la escuela genera o los relatos que circulan. Relatos en la escuela sobre la escuela, sobre los modos de escolarizarse de los chicos hoy, de los padres de esos chicos, de los abuelos de esos chicos, del tiempo de los maestros. Cada época también puede relatar, de un modo distinto, el modo de escolarizarse, el modo de aprender, el modo de circular”.

Para ver la entrevista completa, podés hacer clic aquí:
Sobre la escritora
María Teresa Andruetto nació en Arroyo Cabral (Córdoba, Argentina) el 26 de enero de 1954. Lo familiar, los retratos identitarios y las mujeres y sus búsquedas son algunos de sus grandes ejes. Refiriéndonos a su obra literaria para adultos, escribió: Tama (2003), La mujer en cuestión (2009), Lengua Madre (2010), Cacería (2012) y Los manchados (2015). Las nouvelles juveniles Stefano (2001), Veladuras (2005), La niña, el corazón y la casa (2011). Además, los libros de ensayos Hacia una literatura sin adjetivos (2008) y La lectura, otra revolución (2004). En cuanto a poemarios, se encuentran Beatriz (2005), Pavese/Kodak (2008) y Sueño Americano (2008).
Su producción pasa por la narrativa, la dramaturgia, la poesía y el ensayo. Es la única argentina que cuenta con el prestigioso Premio Hans Christian Andersen de Literatura Infantil y Juvenil, el cual obtuvo en 2012.
Entre otras distinciones, fue finalista del Premio Rómulo Gallegos y obtuvo el Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes (FNA) por la Lengua madre, el Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil SM y el Konex de Platino.
Cómo citar a este artículo:
Instituto Superior de Estudios Pedagógicos. (2022). María Teresa Andruetto: “Los relatos suponen una forma de construir comunidad”. Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba.