¿Cómo abordar la enseñanza desde el humor?, ¿a partir de qué recursos significativos?, ¿pueden ser los memes una herramienta estratégica en el aula? En esta nota se propone una aproximación reflexiva al humor como dispositivo de enseñanza y a sus posibilidades en las experiencias de aprendizaje.

El aula parece un remolino: los chicos y chicas se ríen sin parar. Sacan sus celulares y toman fotos de sus exámenes, comparten en sus redes algo insólito: la maestra decidió entregar las calificaciones con memes. Descubren pequeñas imágenes impresas en sus hojas, con frases irónicas, con caras haciendo todo tipo de gestos, que despliegan una respuesta nunca antes pensada en un momento -que fuera antes solemne- como la entrega de calificaciones. Los tiempos han cambiado: el humor también.
“Hacer humor” parece una tarea sencilla, pero ¿todo es válido cuando se trata del humor?, ¿dónde están los límites?, ¿quiénes los establecen y con qué criterios?, ¿quiénes crean y definen los materiales humorísticos?, ¿es posible pensar en ciertas producciones humorísticas como estrategias didácticas para el aula?
Desde miradas alternativas e inclusivas, en el cruce del humor, lo lúdico y las TIC se ha gestado -entre diversas producciones- un recurso específico con nombre propio: los memes.
En esta nota, junto a docentes de Educación Secundaria y Superior, analizamos el uso del humor y de los memes desde una perspectiva pedagógica y reflexionamos sobre qué tipo de experiencias educativas nacen de esa vinculación.
Ingresar el humor en el aula
¿Es posible pensar el humor en sí mismo como una estrategia pedagógica?
En el día a día, el humor nos atraviesa y podemos enseñar y aprender a través de él. Como, por ejemplo, cuando leemos una historieta con un niño que pide una explicación acerca de aquel chiste que no comprende, cuando navegamos por redes sociales y llegamos a un contenido que nos interpela y lo reenviamos a esos contactos que sabemos que comparten ese código de humor, o cuando, en los grupos familiares de WhatsApp, utilizamos stickers que nos permiten tomar “con humor” aquellas tensiones que atraviesan cualquier vínculo.
Sin embargo, al momento de enseñar hay que hacer un trabajo de curaduría y de selección de estos recursos.
“No necesariamente algo gracioso fomenta aprendizajes significativos, todo va a depender de cómo el o la docente planifique la actividad de la cual el humor es parte”, sostiene Emilia Ottogalli, docente de nivel Secundario, y explica que es necesario involucrar a los estudiantes en un proceso de aprendizaje con “demandas cognitivas más complejas”, que promuevan un aprendizaje “más perdurable en el tiempo y que remuevan concepciones previas sobre el tema que se esté trabajando”.
Mariela Chervin, también docente de nivel Secundario y Superior, propone pensar el humor como un recurso didáctico capaz de permitir ejercicios reflexivos, de análisis y articulaciones entre temáticas abordadas y aquello que una viñeta nos permite explorar. Puede funcionar -afirma- como un dispositivo para diseñar evaluaciones y para acompañar textos y materiales de lectura.
“Los procesos de enseñanza-aprendizaje se constituyen en el intercambio de todo tipo de humores: gráficos, escritos y orales, humores anímicos diversos, algunos que acompañan y resultan graciosos, y otros que pueden resultar disruptivos, inquietantes e incómodos. En ese sentido, el interjuego de humores que forma parte de todo acto pedagógico puede pensarse como materia prima que puede aprovecharse de manera estratégica para encontrarnos con un/a otro/a”, sostiene Chervin.
El desafío -sugiere la docente- consiste en captar esos humores que circulan y utilizarlos como un recurso de análisis, de pausa o reflexión, que introduzca una risa en el aula, donde “‘el humor’ y ‘los humores’ que irrumpen pueden convertirse en instrumentos para acompasar la tarea docente en su dimensión más cotidiana. Aunque esta tarea implica un riesgo, pues traer humor, instrumentalizar humor, capitalizar los humores áulicos, requiere cuidado y no desviarse de las implicancias y efectos que las humoradas pueden producir en los intercambios y en nuestras subjetividades”.
Experiencias educativas en tiempos de cultura digital
La educación y las prácticas de enseñanza están tan atravesadas por lo digital como la cultura y los vínculos sociales. En este sentido, la pandemia profundizó este enlace entre las tecnologías y la educación, donde se articula un trabajo combinado entre virtualidad y presencialidad.
No obstante, “la posibilidad de la interacción real con el otro que ofrece la presencialidad es invaluable”, señala Ottogalli, quien sostiene que es en la presencia en el aula en donde aparece la afectividad, relegada por el uso de las pantallas durante estos últimos dos años.
“La pandemia nos brindó la oportunidad de revisar nuestras prácticas de enseñanza y pensar en estrategias o formas de evaluación que inviten a la construcción de los aprendizajes, más que a la memorización o escucha de clases magistrales. Sin embargo, el uso de la tecnología por sí mismo no es garantía de aprendizajes significativos”, advierte la especialista.
“Tomar los recursos digitales e incluirlos dentro de una planificación de clases en donde se generen instancias que demanden cognitivamente al grupo de estudiantes podría derivar en aprendizajes más significativos”, complementa Chervin, su colega.
Resulta difícil, entonces, despegar tanto a docentes como a estudiantes de lo que el universo digital posibilita y condiciona a la vez. Chervin agrega: “Aprendimos por la fuerza y en poco tiempo a tener que dirigirnos a materiales y recursos digitales, a formular y colgar clases digitales, a recibir y corregir escritos y videos digitales. La vuelta a la presencialidad intenta regresarnos al formato papel, a la carpeta, a la pizarra y a la tiza, pero ya no es posible hacerlo del mismo modo. Lo que ya se presentaba como tensión en este sentido antes de la pandemia, y que lográbamos esquivar con mayor o menor altura, ahora se torna ineludible. Encontrar un ritmo y una modalidad de trabajo que permitan combinar versiones y experiencias áulicas en formato papel y digital y capitalizar esas combinaciones, como así poder encontrar lo que ofrece cada espacio para fortalecer el vínculo con estudiantes y ampliar el horizonte de recursos, no es un objetivo sencillo ni a corto plazo”.
Pero y los memes, ¿qué son?
Un meme es un recurso expresivo, formado por una imagen y un texto, cuya función es lograr un efecto humorístico en el destinatario. A menudo, son producciones autónomas, de circulación viral -a través de redes sociales y medios de comunicación- y con un mensaje potente que se construye con pocas y simples palabras.
El científico y biólogo inglés Richard Dawkins acuñó el término meme en su libro de 1976 titulado El gen egoísta. Dawkins hace un paralelismo entre los modelos evolutivos que se producen en todas las especies y la reproducción de memes como un tipo de evolución de transferencia de información cultural.
Una foto, un suceso o hecho -público o privado- pueden desencadenar una producción infinita de memes, cuya función consiste en poner en evidencia esa situación desde una perspectiva cómica, crítica o paródica. A su vez, luego de la viralización masiva de un meme, este puede convertirse en una plantilla que sirva de ejemplo para producciones futuras, para resignificaciones al producir nuevos textos y contenidos, pero conservando la caracterización humorística. Sin embargo, el meme supone un acuerdo tácito con los receptores: si el usuario no se siente interpelado por él, es como si intentara leer en un idioma que no conoce.
En relación con otras características de este recurso, podemos mencionar su capacidad de síntesis y el potencial de visualización, que lo vuelven atractivo, ingenioso y sencillo de compartir. La producción de estos materiales estimula la creatividad y la habilidad de transmitir y comunicar, mediante la combinación de texto/imagen, información, reflexión o pensamiento crítico por medio del humor en sus diversas variantes: la ironía, el sarcasmo o la parodia.
Entonces, ¿cómo puede ser utilizado este recurso en el ámbito escolar, en la interacción entre docentes, alumnos y alumnas?
El meme puede actuar como un objeto / concepto digital que se presta como estímulo para elaborar producciones que impliquen búsqueda de información, tareas de contextualización y recontextualización, organización del trabajo en equipo y alfabetización en competencias digitales.
Los invitamos a ver en el siguiente video, producido por el Ministerio de Educación de la Nación, algunos ejemplos sobre la conceptualización y la utilización de los memes:
Si bien los memes se asocian -casi exclusivamente- a las redes sociales, estos pudieron adaptarse a nuevos usos y escenarios. ¿Qué tipo de experiencias educativas surgen en el aula, presencial o virtual, con estos recursos?
Tanto Ottogalli como Chervin experimentaron el uso de este recurso, en distintas tareas y ejercicios, con sus estudiantes, lo que les permitió revisar lo aprendido y aplicarlo en un contexto nuevo.
“Creo que es una herramienta interesante para que los y las estudiantes representen sus conocimientos aprendidos de manera gráfica y que den cuenta del nivel de comprensión, ya sea por las frases que escriben o los dibujos que usan al relacionarlas”, expone Ottogalli. Además, sostiene que realizar este proceso de transformar la teoría y aplicarla en un contexto diferente, como el de hacer el meme, demanda una habilidad cognitiva compleja de mucha riqueza para la o el docente. “Implica revisar los conocimientos trabajados a nivel de la teoría y aplicarlos para resolver situaciones cotidianas”, remarca.
Por su parte, Chervin aplicó los memes en algunas instancias evaluativas y, entre las consignas, estaba la búsqueda de recursos que profundizaran o sostuvieran prejuicios, jerarquías sociales, de clase y de género o, por el contrario, que se identificaran aquellos orientados a problematizar o cuestionar esas construcciones sociales. Y luego debían hacer un análisis desde los aportes teóricos trabajados. Este ejercicio llevó, en algunos casos, a la creación de expresiones gráficas propias.
También es posible integrar los memes en otros contextos escolares y educativos, no solo como una tarea o actividad evaluativa. Pueden utilizarse como estrategias didácticas para abordar contenidos de los espacios curriculares, para ejemplificar y puntualizar contenidos o bien incorporarlos en las carátulas que separan por unidades la bibliografía, como fue el caso de Chervin con sus estudiantes de profesorados.
Más allá de sus implementaciones, lo interesante y enriquecedor son las reacciones y experiencias de los alumnos y alumnas. “Creo que les resulta divertido. Hay que prestar atención a que no se pierda el contenido de lo que se está trabajando por centrarse en el chiste y termine siendo un meme que no diga nada; para evitar que sucedan situaciones así, los docentes deben acompañar y guiar el proceso de creación, ya sea del meme o de cualquier otro recurso”, sugiere Ottogalli.
En tanto, su colega plantea la distensión y el buen humor como otras respuestas a la utilización de estos recursos: “El uso de memes y del humor, en general, permite vincularnos dentro del aula desde un lugar más cotidiano, más cálido, recuperar el humor de redes sociales en las que navegamos muchas horas, traer a clases el humor social, el de la calle, el del día a día”.
Sobre los y las estudiantes, Chervin advierte que estos son capaces de apreciar “el valor de poder ejercitar y establecer relaciones entre aportes teóricos provenientes de las ciencias sociales -que a veces vivencian como demasiado abstractos- con lenguajes más coloquiales y cotidianos, y con el uso de la ironía y la crítica”. Además, por otro lado, rescatan estos ejercicios que “les permiten construir reflexiones propias no tan atadas a la búsqueda de una única respuesta correcta”.
Recursos gráficos
Más allá de los memes, existen otras formas de humor gráfico que pueden ser válidas a la hora de una situación de enseñanza y aprendizaje, tales como historietas, cuentos infantiles o videos que trabajan desde el humor y la crítica social hasta la ironía y la parodia.
“Creo que cualquier forma de humor puede ser válida en situaciones de enseñanza y aprendizaje, siempre y cuando se utilice de forma más o menos contenida”, explica Chervin. Es decir que, para poder instrumentalizar y llevar al aula este tipo de recursos, es necesario planificar ese uso y tener claro qué objetivo tendrá y a qué dirección se pretende apuntar. De lo contrario, se puede correr el riesgo de que algunos recursos puedan resultar ofensivos o demasiado disruptivos. La docente agrega: “Hay que pensar y repensar cómo puede recibirse ese humor que a mí me moviliza para no definirlo de antemano como universalmente válido”.
El humor puede aplicarse en el aula dependiendo de las circunstancias, de los contenidos curriculares, de la comunidad educativa y del tipo de recurso que se quiere compartir. Se trata de un trabajo artesanal de selección y curaduría de materiales educativos, en el que deben plantearse el sentido y las implicancias del recurso, qué aportes otorga y en qué momento de la dinámica de aprendizaje puede ser oportuno aplicarlo. Si cumple con los objetivos pedagógicos que lo demandan, el humor puede ser una ventana hacia nuevas respuestas, en una escuela que, cada día, se abre paso a los nuevos lenguajes.
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