El destacado pedagogo brasileño propuso un nuevo modo de pensar la relación de los estudiantes con el saber, vinculando la educación con la libertad y con la autonomía de las personas. Un camino que lo convirtió en uno de los más influyentes pensadores de la educación en América Latina. En esta nota especial, de colección, un repaso por su vida y obra.

“Enseñar no es transferir conocimiento,
sino crear las posibilidades
para su propia producción o construcción”
Paulo Freire [1]
A 100 años del natalicio de uno de los más destacados, provocadores y revolucionarios pedagogos de América Latina -reconocido en el mundo por su vasta trayectoria- compartimos en esta nota un recorrido integral por su vida, su pensamiento y sus obras. Un repaso histórico y biográfico que invita a recuperar su gran legado para todos los educadores y educadoras.
A comienzos del siglo pasado, el 19 de septiembre de 1921, nacía Paulo Freire en una de las regiones más pobres y frondosas del Brasil: Recife, en la costa del océano Atlántico al noreste del país. En esta región, poco tiempo atrás, sus habitantes habían vivido en la esclavitud y las clases rurales perduraban aún en relaciones de trabajo donde gobernaba la opresión y marginación. Pese a las dificultades, sus padres le enseñaron a escribir.
De origen humilde, la familia de Freire era una de las cientos de miles que poblaban la clase media baja de Brasil, golpeada duramente por la crisis económica de la Gran Depresión, que se prolongó en todo el mundo durante la década de 1930 en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Esta experiencia de vida marcó los cimientos del pensamiento crítico que emergió en sus prácticas y en sus producciones escritas.
Cuando tenía trece años falleció su padre y tuvo que dejar sus estudios. Logró volver a la escuela secundaria a los dieciséis años e ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Recife, en 1943, con más de veinte años, donde estudió filosofía y psicología del lenguaje. De sus años de infancia y juventud, Freire recordaba en su obra “La importancia de leer y el proceso de liberación”, aquellos primeros acercamientos a la lectura:
“(…) en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas” [2].
(El texto completo puede leerse aquí: https://bit.ly/3k4Ldo6)
Abriendo caminos: docencia, compromiso social y exilio forzado
Al egresar de la universidad, dio clases de portugués en una escuela Secundaria donde comenzó a poner en práctica sus ideas desde un acercamiento didáctico y crítico a los contenidos curriculares.
En 1944 se casó con una joven que trabajaba como profesora de Primaria y con quien tuvo cinco hijos. Dos años más tarde fue nombrado director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social en el Estado de Pernambuco, donde comenzó a trabajar con los habitantes de Recife que aún no sabían leer ni escribir.
Forjó un método de enseñanza y aprendizaje basado en un principio de diálogo, evidenciando que era posible pensar en una nueva relación entre los profesores y sus alumnos, una forma de enseñanza en la que todo proceso educativo debe partir de problematizar la situación socio económica y cultural que rodea a los estudiantes.
Estas ideas influyeron en los movimientos revolucionarios de la década y las renovaciones pedagógicas que se dieron en América Latina, África y Europa.
En 1961 fue elegido director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife y, en 1962, aplicó su método por primera vez: enseñó a leer y escribir a más de 300 trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar de la localidad de Angicos, en Río Grande del Norte. Lo hizo en tan sólo 45 días*.
Para Freire, maestros y estudiantes debían establecer un diálogo situado en el cual tendría lugar el proceso educativo. La educación problematizadora —tal como la denominó— tenía como horizonte la liberación y la independencia de los sujetos, con la intención de transformar la pasividad de los estudiantes e incentivar el interés crítico por transformar la realidad.
Los resultados de su experiencia posibilitaron que el presidente de Brasil, João Goulart, aprobara la creación de un plan de alfabetización para adultos en todo el país, pero un golpe de Estado en 1964 puso fin a este proyecto. Freire fue encarcelado, acusado de comunista y traidor. Se exilió en Bolivia y luego emigró hacia Chile donde trabajó durante cinco años como consultor en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Años ’70: retorno a Brasil y últimos días
En 1970 se mudó a Suiza para trabajar como consultor en el Consejo Mundial de Iglesias, donde desarrolló programas de alfabetización para Tanzania y Guinea Bissau.
Volvió a Brasil en 1980, luego de dieciséis años de exilio, para trabajar como profesor de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo y en la Universidad de Campiñas. Ofició como Secretario de Educación del municipio de San Pablo, durante el gobierno del Partido de los Trabajadores. Colaboró de manera decisiva en las campañas de alfabetización de Nicaragua y Perú.
En 1986 recibió el premio internacional “Paz y Educación” de la UNESCO y más de veinte universidades de todo el mundo lo declararon doctor honoris causa. Paulo Freire falleció en San Pablo, el 2 de mayo de 1997, a sus 75 años. Su legado inmortal habita en la resistencia social de los pueblos de América Latina y el mundo.
La educación como vehículo hacía la libertad, la autonomía y el pensamiento crítico sigue siendo un modelo en el que resuena su nombre, su vida y sus obras.
“La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”
Paulo Freire [3]
El aporte de Freire al campo educativo no puede resumirse en un concepto o en un par de conceptos; es, más que un esquema teórico, un nuevo modo de mirar y, por lo tanto, una nueva mirada. Ante la lectura del autor, las complejidades del mundo aparecen en la escuela, aunque no de un modo pasivo: el acto educativo no es sólo transmisión de conocimientos; más bien, es la posibilidad transformadora de la construcción de un mundo común.
Su enfoque pedagógico parte de un supuesto: el saber no se desarrolla para los estudiantes, sino con ellos, en el marco de una mirada crítica que busca empoderar y liberar a los oprimidos, desde una educación que parte de comprender la inscripción del contexto social en cada acto individual.
Desde este posicionamiento, el pedagogo postula una aguda crítica a aquellos educadores que se asumen como poseedores del conocimiento, ubicando a sus estudiantes como vasijas vacías en las que el saber debe ser depositado. Esto, que denomina educación bancaria, relega a quien aprende a un acceso pasivo al proceso de aprendizaje, completamente reducido a archivar saberes, convertidos en objetos del proceso, padeciendo pasivamente la acción del educador en el marco de una relación vertical en la que se lo direcciona a la memorización mecánica.
Así, detrás de ese modelo emerge una hegemonía política y socio-cultural en la que la continuidad del orden se erige como la prioridad: la finalidad es que los oprimidos acepten el mundo tal y como está y la del sistema educativo, transformar la mentalidad de los educandos y no la situación en la que se encuentran.
Frente a este escenario, repone un enfoque centrado en la educación problematizadora que restituye a la comunicación como un ida y vuelta: profesores y estudiantes se educan mutuamente mediante un diálogo en el que transcurre el proceso educativo. En consecuencia, se desarticula la lógica instrumental, ya nadie educa a nadie, sino que la educación se ofrece como posibilidad y como acción en el mismo proceso de mediación del mundo.
Esta nueva relación, de igualdad, entre educadores y educandos habilita el diálogo como supuesto de partida y como condición de la educación entendida como práctica de libertad. En el diálogo aparece el otro, no ya como una vasija que llenar, sino como un otro con quien el mundo se construye y se transforma.
Para Freire las personas se hacen en y desde la palabra, noción que entiende como una dialéctica entre acción y reflexión, como un proceso transformador, como la praxis que acciona sobre el mundo humanizándolo, transformándolo y, de este modo, liberándolo.
Estos postulados decantan en una propuesta pedagógica que parte de una práctica social situada, para someterla a la reflexión y volver a ella como un modo de transformarla. Esto supone una mirada sobre lo educativo historizada, construida en el diálogo entre las personas y sus contextos y que habilita la reflexión, como vía para la conciencia del hombre frente al mundo, y la integración del hombre en el mundo, en un marco contextual que ahora es parte del propio aprendizaje.
Hay allí un conjunto de consecuencias respecto al modo de comprender el aprendizaje que resultan centrales en la obra del autor: por un lado, los sujetos en su capacidad creativa y transformadora; por el otro, la ontología social e histórica del conocimiento. Y, quizás como una máxima que opera de modo transversal en toda su propuesta, la comprensión amplia de la alfabetización, que parte de la conquista de la palabra, que implica la conciencia del derecho a decir y que supone a un sujeto autor de su propia historia.
En sus propios términos: “Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”.
- La educación como práctica de la libertad (1967). Editorial Siglo XXI.
El autor realiza una crítica a los sistemas tradicionales al tiempo que propone un modelo alfabetizador que concibe a la educación como una acción cultural dirigida a la formación de sujetos capaces de contribuir al cambio social.
- Pedagogía del oprimido (1970). Editorial Siglo XXI.
Siguiendo con el desarrollo de su método de alfabetización en contextos de desigualdad social, ofrece un diagnóstico de las formas en las que esas desigualdades se reproducen en el ámbito educativo y justifica el imperativo ético-político que supone ofrecer a los sectores desfavorecidos prácticas educativas que constituyan, a su vez, prácticas de la libertad.
- La importancia del acto de leer y el proceso de liberación (1991). Editorial Siglo XXI.
En esta recopilación de ensayos -escritos entre 1968 y 1981- cada texto aborda un objeto de estudio en particular que, a su vez, el autor vincula entre sí relacionando aportes teóricos suficientes para advertir la profundidad y la madurez que el estudio de la práctica (praxis) ocupa en la perspectiva pedagógica freireana.
- La pedagogía de la esperanza (1992). Editorial Siglo XXI.
En esta obra, que se propone crear una pedagogía de la esperanza que supere la “pedagogía del oprimido”, el autor profundiza en la historia para mostrar las condiciones que dieron forma al pensamiento, las ideas y la forma de organizar las sociedades de manera desigual e injusta; al mismo tiempo, recupera experiencias de resistencia y coraje que trabajaron en pos de la transformación social.
- Cartas a quien pretende enseñar (1993). Editorial Siglo XXI.
Las diez cartas (sobre diez temas puntuales) fueron escritas a los maestros y maestras como una propuesta de reflexión -y diálogo- con ellos en relación a los aspectos más delicados de la práctica educativa y a los desafíos más significativos de la misma.
- La pedagogía de la autonomía (1996). Editorial Siglo XXI.
Se articula en torno a una de las convicciones del autor: la tarea de enseñar no puede reducirse a la transmisión de contenidos o destrezas sino que debe favorecer el compromiso de los docentes y los alumnos con su entorno social y cultural. De cara al siglo XXI, Freire enfatiza la importancia de poner en el eje del vínculo pedagógico la dimensión ética, ya que el autor ve allí la condición de posibilidad para construir un sentido de autonomía y responsabilidad personal y colectiva.
A través de sus palabras, podemos descubrir a un Freire vivo que nos relata ‘en su propia voz’ sus experiencias, su pensamiento y su visión sobre la educación, el compromiso social y su forma particular de concebir la libertad, la autonomía y la perspectiva de una vida comprometida críticamente con su comunidad. Les ofrecemos algunas entrevistas donde podemos escucharlo, reconocerlo y dialogar con él:
*La revolución de la educación, portal educ.ar, Ministerio de Educación Argentina. Consultado 17/9/2012: https://www.educ.ar/recursos/127881/paulo-freire-la-revolucion-de-la-educacion
[1] Freire, P. (1997). p. 47 Pedagogía de la Autonomía. México, Siglo XXI.
[2] Freire, P. (1991). La importancia de leer y el proceso de liberación, México, Siglo XXI.
[3] Freire, P. (1970). p. 26-35. Pedagogía del oprimido. Río de Janeiro, Paz e Terra.
Cómo citar a este artículo:
Instituto Superior de Estudios Pedagógicos. (2021). De colección. Paulo Freire: vida y obra de un educador popular. Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba.