El encuentro tuvo como objetivo reflexionar sobre algunas cuestiones centrales para pensar los procesos de evaluación dentro del campo de la Educación Física en los nuevos escenarios pedagógicos. Contó con la palabra del licenciado Matías Audenino, de la magíster Silvina García y de la inspectora de Educación Física y licenciada Elba Tomassoni.

Culminó el segundo conversatorio sobre Educación Física organizado por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos (ISEP) y la Subdirección de Educación Física, denominado “La evaluación formativa en Educación Física: el andamiaje para seguir aprendiendo”. En él se abordó el interrogante sobre cómo evaluar en Educación Física: ¿qué características adopta la evaluación en el contexto actual?, ¿cuáles son las tensiones o dilemas propios de la evaluación en Educación Física dentro de este contexto?, ¿cómo se juega, en la evaluación, en la motricidad y en la capacidad de movimiento?
Enrique Carrizo, licenciado e inspector de Educación Física del departamento Colón, sostuvo que, tanto la Subdirección de Educación Física como el ISEP, diseñaron dos conversatorios para acompañar a equipos directivos y a profesores de Educación Física, de todos los niveles, en relación con la Unidad Pedagógica 2020-2021: “El espíritu del conversatorio fue reunir las voces de nuestras realidades, que permitieran establecer vínculos para compartir preocupaciones. La situación actual nos ha desafiado a repensar el vínculo pedagógico entre docentes y estudiantes de los diferentes niveles, en este nuevo formato de experiencia escolar modificado por la distancia, ya sea a través de la digitalización o de los módulos de enseñanza y aprendizaje en cuadernillos impresos”.
Carrizo aseveró que son variados los desafíos de los y de las docentes. “Por ejemplo: ¿cómo llevar a cabo la selección de Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP)?, ¿cómo realizar la valoración de las producciones de nuestros/as estudiantes?, ¿cómo construir criterios en evaluación formativa?, ¿qué instrumentos podemos utilizar para la evaluación y lograr la certificación de los aprendizajes? Por lo tanto, en el conversatorio era necesario hacer buenas preguntas, que permitieran interpelar las prácticas evaluativas en la Educación Física escolar, en todos sus niveles, y acompañar, ya que –en un escenario no conocido– los equipos directivos y profesores de Educación Física tuvieron un optimismo pedagógico obstinado, atrevido, y salieron a ofrecer sus clases en la escuela remota para sostener las trayectorias educativas reales”, resaltó.

En tal sentido, se refirió a los procesos de evaluación dentro del campo de la Educación Física en un contexto de pandemia: “Las propuestas / procesos pedagógicos – didácticos y evaluativos que efectuamos a nuestros estudiantes no pueden ser pensados con la misma lógica y la misma organización que en la presencialidad. ¿El motivo? Los pilares sobre los que sosteníamos el vínculo pedagógico han cambiado. El tiempo dejó de ser sincrónico para ser asincrónico. Enviamos la actividad y no tenemos la certeza de cuándo tendremos la devolución. Debimos aprender a construir espacios diferentes, dejó de ser el polideportivo, el salón de usos múltiples, el patio escolar, para retransformarse en aula virtual, en grupos de WhatsApp o en titánicos trabajos de construcción de cuadernillos impresos. Entonces, ¿cómo estas variables son repensadas para seleccionar los NAP, secuenciar contenidos, retroalimentar, evidenciar aprendizajes logrados y pendientes? El desafío, en este contexto, es sostener el vínculo pedagógico, transformando nuestras prácticas y procesos pedagógico – didácticos y evaluativos”.
Desde esa mirada, aseveró que es un momento único para repensar la histórica evaluación sumativa, con preponderancia en la calificación: “El desafío hoy es tomar la oportunidad de desnaturalizar las prácticas evaluativas e iniciar un camino al interior de los grupos-clases con la evaluación formativa, la cual está sustentada en el axioma ‘el aprender a aprender’. Por lo tanto, el proceso de evaluación formativa nos lleva a preguntarnos cuándo un alumno aprende mejor y, al estudiante, preguntarse qué ha aprendido, cómo lo ha aprendido y qué le resultó más fácil, difícil o novedoso. Las preguntas nos dan la oportunidad para que los/as alumno/as pongan en juego sus saberes, visibilicen sus logros y aprendan a reconocer sus fortalezas y debilidades, como también activarlos como responsables de su propio proceso de aprendizaje. En tanto, los profesores de Educación Física deben acompañar, andamiar entre el proceso de enseñanza y aprendizaje y la evaluación formativa es el puente entre ambos procesos”.

Sobre la evaluación en tiempos de confinamiento
La pandemia provocada por la propagación del COVID-19 supuso un cambio en la manera de proceder. Y el mundo de la Educación Física ha sido, quizá, uno de los entornos en los que más impacto ha tenido esta reorganización social, profesional y académica.
A propósito de esto, Carrizo reflexionó sobre los modos posibles de afrontar la tarea evaluativa: “En este contexto, para reconocer las características de la evaluación, recién nos preguntábamos: ‘¿Cuándo un alumno aprende mejor?’. Ahora deberíamos preguntarnos: ‘¿Cómo nos damos cuenta que un alumno aprende?’. Es necesario analizar la recolección de evidencias obtenidas, a partir de las prácticas con los y las estudiantes. De este modo podremos identificar lo alcanzado y diseñar estrategias de andamiaje para que todos los y las estudiantes, al finalizar el año escolar, logren alcanzar, cada uno a su propio tiempo y ritmo, los objetivos propuestos en el espacio curricular Educación Física. En otras palabras, el análisis de toda la evidencia compilada de cada estudiante sería la conclusión evaluativa de su proceso de aprendizaje. Una valoración cualitativa (Satisfactorio – Muy Satisfactorio – Escasamente Satisfactorio) del estudiante ‘particular’ y de los posibles cursos de acción para ayudarlos a avanzar en su propio aprendizaje”.
Consultado sobre qué estrategias han utilizado los docentes de Educación Física para hacer frente a esta situación y para poder desarrollar su trabajo de la mejor manera posible, el licenciado explicó: “En primer lugar, a partir de la coherencia entre el perfil del estudiante (PEI), las capacidades fundamentales de la institución educativa, la selección de objetivos y los NAP, el formato curricular y las actividades para cada grupo – clase. En segundo lugar, los profesores de Educación Física, en los diferentes niveles, tuvieron diversas y variadas estrategias. En el nivel Inicial, por ejemplo, identificando a las familias como los verdaderos pilares para sostener el vínculo pedagógico, construyendo actividades y consignas que puedan ser interpretadas por ellas. Encontramos familias analfabetas, lo cual llevó a los profesores y a los equipos directivos a generar estrategias para sostener vínculos, para garantizar el derecho a la educación de cada uno/a de nuestros/as alumnos/as”.
“En el nivel Primario –continuó– se comenzó a trabajar de manera articulada con todos los espacios curriculares, como también con la jornada extendida. Un trabajo que permitió que la Educación Física logre transversalizar el nivel a partir de las capacidades fundamentales seleccionadas por cada comunidad educativa”.
“Finalmente, en Secundario la estrategia más utilizada y que consiguió mejores resultados fue el ‘trabajo articulado’ con otros espacios curriculares que, quizás antes de este ciclo lectivo, no se llevaban a cabo. En otras palabras, se fortaleció el trabajo coordinado con otros espacios curriculares y se instalaron, como punto de partida, las problemáticas reales de cada comunidad educativa; también, se revalorizó el centro de interés de sus alumnos”.
Con relación a qué recursos se utilizan en las escuelas para darles continuidad a las clases de Educación Física, Carrizo indicó que el principal es identificar a la planificación como una verdadera hoja de ruta que guía, tanto a alumnos como a docentes, por dónde transitan en el proceso de enseñanza. “Por otro lado, la retroalimentación nos permite describir y contarle al estudiante qué / cómo está aprendiendo y cómo continuar avanzando”, amplió.
Agregó, en ese marco, a las evidencias de aprendizajes como otro recurso, en tanto permiten indagar qué han aprendido y qué han enseñado los y las docentes en una determinada experiencia. Ejemplificó como evidencias los videos, los escritos, los fotomontajes, las reuniones virtuales, las rúbricas, y las autoevaluación de las y de los estudiantes, entre otras.
Nuevos modos de enseñanza y un gran desafío para los docentes
La realidad actual impuso nuevos modos de enseñanza, y docentes de distintos niveles debieron amoldarse al uso constante de las nuevas tecnologías, reacomodar contenidos teniendo en cuenta que el aula ahora es la casa de cada uno, que en algunos hogares hay más de un alumno, que no siempre se tiene acceso a las herramientas necesarias para sostener clases virtuales y que hay ausencias insustituibles: los recreos, el compañero de banco, la cola en el kiosco, el compartir charlas, risas y juegos.
Al respecto, Carrizo se refirió a aquellas prácticas que llegaron para quedarse: “Por un lado, la necesidad de reconstruir la planificación constantemente, la cual tiene como punto de partida los intereses de nuestros estudiantes. Identificar que nuestras estrategias de enseñanza repercuten en las trayectorias educativas reales; por tal motivo, es necesario atender las diversas cronologías de aprendizaje, reconociendo los tiempos y ritmos de cada uno/a de nuestros/as alumnos/as. Para eso, la evaluación formativa nos permite ser el puente entre ambos procesos: enseñanza y aprendizaje”.
“Por otro lado, el trabajo articulado del espacio curricular Educación Física con otros espacios, de forma tal que sea transversal al nivel. La Educación Física tiene el potencial de articular con todos los campos y esto quedó evidenciado en este ciclo lectivo”, finalizó.