La propuesta convocó a una relectura de clásicos para abrir la reflexión sobre el presente y el futuro a partir de relatos pasados. Las lecturas que se ofrecieron se organizaron en torno a fábulas, a cuentos y novelas cortas y a clásicos del cine.

Luego de tres meses de cursado, finalizó el primer ciclo de lecturas “CLÁSICOS. Relatos pasados sobre cuestiones presentes”, cuyo objetivo fue promover el encuentro y el descubrimiento de obras fundamentales, reflexionar sobre el presente y el incierto futuro a partir de relatos pasados, propiciar inscripciones genealógicas en la huella de los clásicos y recuperar el relato como práctica de significación del mundo.
El propósito, desde el comienzo, fue la estimulación de una lectura atenta de las obras y de los autores propuestos y, a partir de ese momento, abrir la posibilidad de establecer un diálogo personal y con otros a través de un tiempo destinado a la conversación.
Se propuso una instancia de reunión entre la obra, la lectura y la conversación. Eduardo Wolovelsky, autor del ciclo, señaló que se trabajó con las fábulas “El camello y Zeus” y “El gato y las ratas”, de Esopo; “El maestro y el niño” y “La lechera y el cántaro de leche”, de Jean de La Fontaine; “La Lechera”, de Félix María Samaniego; “El campesino y los pepinos” y “El zar y la camisa”, de Lev Tolstoi; “Una pequeña fábula”, de Franz Kafka; “El gato y los ratones” y “El zorro disfrazado”, de Jean Pierre Claris de Florian; “Las monas viajeras”, de Gianni Rodari; “Zorro quisquilloso”, de Sa´di de Shiraz, y “Si los tiburones fueran hombres”, de Bertolt Brecht.
“El primer conversatorio nos permitió entender que el valor de las fábulas no está en la obediencia de sus conclusiones morales, sino en ser una forma de referencia para decidir por lo bueno, lo correcto, lo que suponemos que debe ser, aunque no se cumpla”, sostuvo Wolovelsky. Y ejemplificó: “Hemos abolido la esclavitud, lo cual no significa que no la haya, pero no es legal y no se la considera tampoco legítima, y es un punto de referencia para la acción social.
El segundo conversatorio contó con la lectura de cuentos y novelas cortas como “El eclipse” de Augusto Monterroso, “Cirugía” de Anton Chejov, “El peatón” de Ray Bradbury, “El ojo del amo” de Italo Calvino, “Del rigor de la ciencia” de Jorge Luis Borges, “El mono científico” de Robert Louis Stevenson, “La construcción” de Farnz Kafka y “El desierto de los Tártaros” de Dino Buzzati.
La propuesta invitó, a través de los cuentos y de las novelas, a cruzar las fronteras de un mundo distinto, de una dimensión inesperada, de un lugar donde la vida pierde su matriz única, definida por la biografía personal, para desplegarse en múltiples biografías que se habrán de amalgamar y de fusionar con la propia. “La narración tiene un comienzo, pero jamás termina, vive en la imaginación, en los pensamientos y en las acciones. Un cuento es una historia que se nos dice que ha de ser corta, pero esto solo tiene sentido de ser dicho para la primera vez que lo escuchamos o que lo leemos porque, luego de ese primer acto, ese mismo relato se extiende y rasga el mundo una y otra vez”, reflexionó Wolovelsky.

Consultado sobre por qué fueron seleccionadas dichas lecturas, el autor explicó: “Los textos propuestos responden a mi historia personal como lector. Por supuesto, no podía ser de otra forma. Esto, en cierto modo, le da un carácter cuestionable a la selección por mucho que la haya fundamentado. Es obvio que han quedado afuera autores y textos fundamentales, esto también era inevitable dados los tiempos propuestos”.
Sin embargo, Wolovelsky argumentó que se eligieron relatos breves para incorporar el mayor número de autores. “La incorporación de las fábulas respondió al problema de que, siendo un género muy significativo en la historia cultural, parecía completamente olvidado. De hecho, la selección incorporó narraciones que van desde el siglo VI antes de Cristo hasta la actualidad”, explicó.
El último conversatorio se dedicó al cine. Se eligió una película de 1931 del director Fritz Lang. “Esta elección, en parte, está vinculada a los 100 años del estreno de El gabinete del doctor Caligari, de la cual El doctor Mabuse, que Fritz Lang llevó al cine, es su heredera. En nuestro caso, debatimos sobre la excepcional película M, el vampiro, de 1931”, explicó.
Para Wolovelsky, los encuentros virtuales sirvieron para recuperar “el espíritu de reunión para el debate, de compartir un café en un espacio informal mientras se discutía sobre lo que nos conmovió, sobre las ideas que nos interesaron. Hablamos con la consigna del pintor y poeta William Blake: ‘La imaginación no es parte de la vida, es la vida’”.
La propuesta, que ofreció un formato nuevo en relación con la oferta académica del ISEP, contó con un cuestionario, a modo de evaluación, para que los cursantes respondieran al finalizar el ciclo.
Jessica Arévalo, coordinadora del Área de Información, Evaluación e Investigación Educativa del ISEP, contó que la evaluación del ciclo giró en torno a cuatro grandes dimensiones: las expectativas formativas de quienes realizaron la propuesta dadas sus características; la valoración en cuanto a los contenidos trabajados en los conversatorios; cuestiones por revisarse del ciclo: aportes a la formación en relación con las necesidades de abordar nuevas lectura y temas para profundizar, y, finalmente, se indagó sobre la experiencia formativa vinculada con las características de la modalidad combinada del Instituto.
“Esto les dio la posibilidad a los cursantes de que se comprometan y de que centren su atención en un objeto de estudio comprendiendo que las propuestas de ISEP desafían la experiencia tradicional”, dijo.
Además, y tras la lectura de los cuentos y fábulas, los cursantes tuvieron la posibilidad de compartir impresiones y reflexiones a través de un foro denominado “Café literario”.
Luego de tres meses de intensa reflexión y de un aprendizaje sincrónico, Wolovelsky destacó el enorme compromiso y goce con la lectura manifestado en los encuentros, así como la profundidad de los debates. “Los encuentros sincrónicos me resultaron muy agradables y acogedores en el diálogo y muy interesantes y significativos por las ideas que se pusieron en juego. Los debates rompieron con el mito de que los docentes solo cursan por el beneficio de los puntos que se les da, los que este seminario no otorgaba”, resaltó.
“En lo personal, los encuentros virtuales de los conversatorios y los debates que se dieron en el ‘Café literario’ del campus del ISEP son para mí un motivo para la buena esperanza de que, incluso en momentos difíciles, nacen ideas y actos valiosos”, concluyó.