Participaron aproximadamente 19 mil personas de toda la provincia, del país y de América Latina. Accedé, en esta nota, al video del conversatorio y al texto completo de la exposición.
Se llevó a cabo, con un marco de asistencia de aproximadamente 19 mil docentes de todas partes de la provincia, del país y de América Latina, el conversatorio virtual “La clase en pantuflas. Reflexiones a partir de la excepcionalidad”, que organizó el ISEP y que tuvo como invitada especial a la pedagoga argentina Inés Dussel.
El encuentro, que se realizó mediante una transmisión en vivo desde YouTube, propuso reflexionar acerca de tres ejes de particular relevancia en el contexto actual: el nuevo entorno socio-técnico y la transformación de lo doméstico en espacio de trabajo, la reorientación de los contenidos de la enseñanza y los vínculos pedagógicos en línea.
En ese sentido, la especialista se planteó algunas preguntas sobre la diferenciación de espacios que produce el confinamiento –la casa del docente y la de los propios alumnos y alumnas se transforman en aulas, en escuela– y sus efectos en las clases, en las pedagogías y el trabajo.
El conversatorio se inició con unas palabras de la directora del ISEP, Adriana Fontana, quien subrayó que el Instituto viene proponiendo un trabajo conjunto con autores que investigan, analizan y producen sobre la escuela conocimiento con ánimo de mejorarla, de cuidarla, de defenderla. Asimismo, hizo hincapié en el aporte específico de Inés Dussel en ese recorrido: “Inés nos enseña, nos orienta, nos apoya, nos interpela, nos hace crecer. Es, para los que trabajamos en el ISEP, autoridad en el sentido más profundo y arendtiano del término”.
Posteriormente, Dussel comenzó sus reflexiones contextualizando las respuestas que ha dado el campo educativo a partir de las medidas de distanciamiento social. En ese sentido, afirmó que las políticas, en general, están sosteniendo la importancia de mantener la educación a distancia y que eso ha abierto un debate intenso en la comunidad pedagógica: lo que para algunos puede resultar en la “educación del futuro”, para otros significa un “escenario distópico, que llevará a la pérdida de la dimensión pública y común de la escolarización y que tendrá graves consecuencias en sociedades profundamente desiguales”.
A partir de ese planteamiento inicial, propuso una organización de la conversación en torno a tres ejes principales: los tiempos y espacios de la escuela, los contenidos y las tecnologías.
Los tiempos y espacios de la escuela
Como primera dimensión de este tópico, Dussel recuperó la conceptualización del aula que realizó junto al pedagogo Marcelo Caruso en La invención del aula. Allí hacían referencia a ella en tanto espacio material y estructura comunicativa que pone en movimiento una cierta coreografía, es decir, una disposición de los cuerpos y una regulación del habla en términos de Foucault. Entonces, el desafío actual es cómo sostener el aula como espacio comunicativo sin disponer de su espacio material, el que a veces no aparece ni siquiera en su formato virtual.
Una primera dimensión de análisis respecto a esto aparece a partir de las desigualdades sociales respecto a la conectividad digital. “Hay muchas casas en las que con suerte hay un solo celular, no hay muchos datos disponibles, las familias no quieren usarlos para la escuela y por justas razones, porque viven al día y necesitan otras cosas”, explicó.
No obstante, la especialista puso especial énfasis en un segundo aspecto: la falta del aula produce una ausencia de otras voces infantiles para aprender juntos. “Ahí volvemos a descubrir que, lejos de ser solamente la institución disciplinaria de castigo de los chicos, la escuela es también –y quizás sobre todo– un espacio de autonomía, de potencial emancipación, como dirían Rancière o Masschelein”, resaltó.
En este contexto de clases trasladadas a las casas, Dussel planteó que a la escuela le cuesta mucho más operar como suspensión del afuera (en términos de Masschelein y Simons) porque tiene que meterse en las casas y confundirse con lo doméstico. Generar un borramiento de fronteras en el que “las familias se ven obligadas a asumir tareas que pueden confundir y complicar los vínculos, y los chicos pierden la posibilidad de un tiempo autónomo y de construir redes de conocimiento y afectivas fuera de su núcleo familiar de manera sostenida”. Y agregó, respecto a los maestros y maestras: “Dar clase en pantuflas para muchos implica a veces trabajar 12, 15 horas por día, tener que explicitar todo, armar recorridos con soportes más desafiantes, sentirse siempre evaluados. Son tiempos extenuantes para quien se toma en serio el trabajo en estas condiciones”.
Los contenidos de la escuela
Para la pedagoga argentina hubo una tendencia, sobre todo en las primeras semanas, de abarrotar con tareas para llenar el día de los chicos. A su vez, muchas de ellas constituyen recorridos muy largos que no están pensados para la situación en la que están muchos, proponiendo puntos de partida muy altos que requieren una reflexividad o una capacidad crítica que no muchos tienen disponible si no hay un andamiaje ahí cerca para que los ayude a dar el salto. En ese sentido, remarcó la necesidad de “ir un poco más despacio, probar qué pueden y qué no pueden los chicos”.
“La clase no es repartir tareas y corregirlas, sino que es abrir ciertos proyectos de conocimiento entre todos, en grupo, y construir condiciones para que cada uno pueda ir apropiándose de esos lenguajes, de esas formas de pensar que propone el currículum escolar, a su ritmo y con su propia inflexión, su propio tono, énfasis, mirada”.
Asimismo, y refiriéndose específicamente a la cuestión de la evaluación, aseveró que no es posible calificar lo aprendido en un contexto que es tan difícil para todos y, sobre todo, tan desigual para algunos. “Creo que este tiempo de pandemia no tiene que ser una experiencia expulsiva sino de inclusión, de integración a un común, de pensar este tiempo entre todos, un tiempo de cuidado propio y cuidado comunitario, también de la cultura, y también de pensar y armar un mañana entre todos”, detalló.
Además, abordó la problemática respecto a la selección de los contenidos en el contexto que estamos atravesando e hizo especial hincapié en el valor del currículum como documento público que organiza una cultura común. Dussel planteó, al respecto, que definir cuáles deben ser los saberes mínimos necesarios en una sociedad es una cuestión problemática, pero que mucho más problemático resulta dejar esa decisión en los criterios individuales de cada docente. Señaló: “No me lo saltearía alegremente ni tomaría a la ligera los materiales que se mandan desde las jurisdicciones. Es importante en este contexto no ampliar las desigualdades: trabajemos con algún guion común, con algún horizonte de referencias y saberes comunes. Me gusta la noción de justicia curricular de Connell y que reelabora Flavia Terigi: tiene que ser un horizonte en la enseñanza y tiene que ser un horizonte en este momento en que las escuelas y universidades se están fragmentando en lo que cada docente puede y quiere hacer”.
Las tecnologías de la escuela
“La escuela siempre se manejó con distintos soportes (pizarras, tablitas, cuadernos, pizarrones, pantallas) y fue adaptándose, mejor o peor, a los cambios tecnológicos. Me parece que el eje de las decisiones ahora es cuáles son los mejores soportes para estas condiciones pensando en cómo sostener ‘la clase en pantuflas’”.
Con ese planteo inicial, Dussel recomendó: “No hay que aferrarse a un solo soporte y hay que evaluar la posibilidad de generar trabajos asincrónicos, en donde se planteen algunas preguntas o propuestas, alguna vuelta al trabajo en pequeños grupos que obligue a comunicarse entre ellos de algún modo”.
Finalmente, cerró su intervención con el foco puesto en la necesidad de continuar haciendo escuela, en el marco de las múltiples complejidades que atraviesa hoy cada docente, para impedir pensar este momento como un tiempo perdido:
“Hay que hacer escuela en estas condiciones, hay que dar clase en pantuflas, hay que disponerse lo mejor que podamos en este tiempo tan raro para dar lo mejor de nosotros, para que el día de pasado mañana, en julio, agosto o septiembre, quién sabe, volvamos a vernos las caras en el aula, volvamos a compartir risas y chistes, y los chicos sepan y nosotros sepamos que estos no fueron meses perdidos, sino que fue un tiempo excepcional en el que estuvimos dispuestos, contra viento y marea, que en nuestro caso se llaman virus y crisis, a seguir aprendiendo y construyendo algo juntos. Que sepan que ellos nos importan, que nosotros importamos, y que al final lo que tenemos es eso: el nosotros. Si aprenden eso, si aprendemos eso, vamos a estar bien”.
Más de 19 mil docentes se conectaron a la transmisión
El conversatorio tuvo alrededor de 19 mil personas conectadas y visualizando la transmisión de manera simultánea el día jueves 23 de abril.
El evento alcanzó a la totalidad de las provincias de la Argentina e, incluso, a otros países como Colombia, México, Uruguay, Brasil, España, Ecuador, entre otros.
A continuación podrá acceder a datos en detalle de las inscripciones, del momento de emisión en directo, de las vistas durante la jornada del 23 de abril y de las reproducciones posteriores: