Pasados 21 años de su fallecimiento, la pedagogía de Paulo Freire sigue implicando un punto de ruptura en la forma en la que se interpretó la problemática educativa durante muchos años. La educación que se construye en el encuentro con el otro y su ejercicio como práctica liberadora son dos de sus postulados centrales.

A 21 años de su fallecimiento, Paulo Freire continúa constituyéndose como un eslabón central en la pedagogía contemporánea. El pedagogo latinoamericano se consolidó como uno de los más significativos pensadores de la educación del siglo XX, asumiendo el ejercicio de la enseñanza como una práctica liberadora.
Sobre la base del principio del diálogo, Freire mostró que era posible pensar en una nueva relación entre los profesores y sus alumnos, desde una forma de enseñanza en la que todo el proceso educativo debía partir de la realidad que rodea a los individuos.
“Estas ideas influyeron en los movimientos revolucionarios de la década del sesenta, la teología de la liberación y las renovaciones pedagógicas que se dieron en América Latina, África y Europa. ‘La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra’ era, esencialmente, uno de sus principios básicos”, explicó Claudia Castro, coordinadora de la Actualización Académica en Educación de Jóvenes y Adultos, en la que se desarrolla una de las perspectivas de este pedagogo.
En ese sentido, Castro recordó que “en los sesenta, Freire reconoció y criticó el lugar de la educación como reproductora de la ideología dominante y entendió que, si bien los sujetos están condicionados por este sistema, no están totalmente determinados. De este modo, se puede contradecir la tarea reproductora de la educación; es decir: trabajar en favor de la desocultación”.
Freire afirmaba que, por la relación escuela-sociedad, los conflictos sociales, el juego de intereses y las contradicciones que se dan en el cuerpo de la sociedad se reflejan, necesariamente, en el espacio de las escuelas.
Para este pedagogo, entonces, “la comprensión de la historia como posibilidad (que descarta un futuro predeterminado) no niega el papel de los factores condicionantes a los que estamos sometidos. Al negar la historia como juego de destinos seguros, como dato dado, al oponerse al futuro como algo inexorable, se reconoce la importancia de la decisión como acto que implica ruptura de la conciencia y la subjetividad y de la intervención crítica de los seres humanos en la reconstrucción del mundo”, afirmó la coordinadora.
Freire se distanció del “pesimismo mecanicista” que entiende que la educación está mecánicamente subordinada a las necesidades de la estructura económica de las sociedades capitalistas. Desde la perspectiva mecanicista, una sociedad desigual como la actual no permitiría la existencia de escuelas democráticas y democratizadoras.
Consultada sobre cuáles pueden ser las contribuciones de Freire hoy, Castro remarcó que “ha sido tan importante y relevante el aporte de este pedagogo brasileño que ha permitido a los educadores pensar otra educación: igualitaria, justa e inclusiva”.
“Leer sus textos nos posibilita pensar otras prácticas centradas en los sujetos, aisladas de una posición neutral y asumiendo un rol netamente político, comprometido y reflexivo”, concluyó.